Pollo o carne de res: ¿cuál es más saludable y cuán seguido deberías comerlas?

El pollo y la carne de res son fuentes de proteína esenciales, pero sus diferencias nutricionales pueden influir en la salud. Descubre cuál se adapta mejor a tu dieta y con qué frecuencia consumirlas.

Organizaciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana del Corazón (AHA) han analizado durante años los efectos del consumo de diferentes tipos de carne en la salud. Mientras algunos estudios sugieren reducir la ingesta de carne roja, otros destacan su valor nutricional cuando se consume con moderación. Por otro lado, el pollo, asociado con dietas más equilibradas, tampoco está exento de controversias, especialmente en lo que respecta a su método de producción y calidad.

Ante tantas opiniones y recomendaciones, es normal preguntarse: ¿cuál es realmente la mejor opción? ¿Existe un equilibrio ideal entre el consumo de pollo y carne de vaca?

¿Cuáles son las principales diferencias nutricionales entre el pollo y la carne de vaca?

Tanto el pollo como la carne de vaca son excelentes fuentes de proteínas de alto valor biológico. Sin embargo, la carne de res puede aportar ligeramente más proteína que el pollo.

Por un lado, la pechuga de pollo tiene un puntaje proteico de 78 y aporta aproximadamente un 20 % de proteínas de alta calidad, en cambio la carne de res tiene un puntaje de 80 y puede contener hasta un 22 % de proteínas. “Si analizamos la cantidad de proteína por porción, encontramos que 100 gramos de pechuga de pollo cocida sin piel contienen entre 21 y 31 gramos de proteína, mientras que 100 gramos de carne de res magra cocida pueden aportar entre 23 y 36 gramos, dependiendo del tipo de corte.

Sin duda, uno de los contrastes más importantes entre estas carnes es su contenido de ciertos micronutrientes como el hierro. la carne de res es rica en hierro hemo, que el cuerpo absorbe con mayor facilidad en comparación con el hierro no hemo de fuentes vegetales. Esto la convierte en una mejor opción para personas con deficiencia de hierro o anemia. Además, contiene hasta cinco veces más zinc y seis veces más vitamina B12 que el pollo, nutrientes esenciales para la formación de glóbulos rojos, el sistema inmunológico y la función neurológica.

No obstante,  que el pollo contiene una mayor cantidad de vitamina B3 (niacina) y vitamina B6, esenciales para la función metabólica. Asimismo, aporta antioxidantes como el licopeno, el betacaroteno y el retinol, los cuales ayudan a combatir los radicales libres y protegen las células del daño oxidativo.

“La carne de res es rica en micronutrientes esenciales para quienes realizan actividades deportivas o entrenamientos de fuerza. Contiene ácido linoleico conjugado (CLA), que favorece la recuperación de los tejidos, y magnesio, un mineral clave para mejorar la fuerza muscular y el rendimiento físico”.

Una diferencia clave entre el pollo y la carne de res es su contenido de grasa. Los cortes más grasos de res, como el rib-eye o el costillar, tienen un mayor porcentaje de grasa saturada, lo que puede elevar los niveles de colesterol LDL (“colesterol malo”) y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

En contraste, el pollo, especialmente la pechuga sin piel, es una opción más magra. Sin embargo, algunos cortes magros de res, como el lomo, pueden ser opciones saludables. “Por ejemplo, la pechuga de pollo aporta entre 1 y 3 gramos de grasa saturada por cada 100 gramos, mientras que cortes magros de res contienen entre 3 y 7 gramos en la misma cantidad”.

¿Cuántas veces a la semana se recomienda consumir pollo y carne de vaca?

El consumo de carne de res y pollo debe formar parte de una alimentación balanceada.  Se recomienda ingerir carne de res entre 1 y 2 veces por semana debido a su contenido de grasas saturadas, mientras que, el pollo, al ser más magro, puede consumirse con mayor frecuencia, entre 3 y 4 veces por semana, con porciones entre 100 y 150 gramos.

“Es importante equilibrar la dieta con otras fuentes de proteínas, como pescado, huevos, legumbres y nueces, para lograr una nutrición óptima”.

En conclusión, ninguna es intrínsecamente mejor que la otra, sino que su consumo debe ajustarse a las necesidades y objetivos individuales. Lo ideal es mantener una alimentación variada y equilibrada, combinando ambas opciones según el contexto y las condiciones de salud. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."

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